Josep y Carme hicieron la kafala de sus dos hijos en la crèche Lalla Meriem de Rabat los años 1996 y 2000. Son de las primeras familias españolas que hicieron una kafala en Marruecos y que posteriormente adoptaron sus hijos aquí. Junto con otras familias fundaron IMA año 2000 y Josep presidió la asociación hasta finales del año 2003. Les agradecemos que hayan tenido la gentileza de responder las preguntas de este cuestionario.
¿Cómo conocisteis la posibilidad de hacer una kafala y cuál fue la motivación para elegir Marruecos como país de origen de vuestros hijos?
Desde el momento en que nos planteamos la adopción, la idea de un país norteafricano estuvo presente. La fascinación de Carme por la cultura árabe se contagió a Josep. Esto era alrededor de 1993. Desgraciadamente, sin embargo, todas las llamadas, visitas y gestiones terminaban con la misma respuesta: la adopción en el Magreb es imposible. Cuando ya lo habíamos dado por perdido y tramitábamos para Suramérica, un día nos enteramos casualmente que al lado de casa una pareja había adoptado en Marruecos, a través de unos conocidos que tenían relaciones comerciales: el día siguiente ya estábamos en Rabat. Era 1995.
En el momento de hacer vuestra primera kafala, comenzaba en España el interés por las adopciones internacionales. ¿Cómo reaccionó el ICAA ante vuestra solicitud de kafala? ¿Tenían previsto algún tipo de protocolo como el que hay establecido ahora?
La primera vez que fuimos al Departamento de Bienestar Social (nos parece recordar que todavía no era ICAA) su interés por la adopción internacional era nulo: sólo buscaban familias de acogida para los niños y jóvenes que tenían tutelados y nos dijeron, literalmente, que de la adopción internacional no se ocupaban. Nosotros lo desconocíamos casi todo de la adopción y la frialdad y desinterés del Departamento nos desanimó mucho, pero el sueño de la adopción era persistente y cada vez nos ilusionaba más. Después de aquel primer viaje inesperado a Rabat, se nos abrieron varios frentes con el Departamento (idoneidad, Marruecos,…) y como no lo conseguíamos, al cabo de un año volvimos a Rabat a tramitar la adopción sin decirles nada.
En esos momentos también en Marruecos había poca experiencia con extranjeros. Tampoco había abogados de referencia y todo el proceso lo hicisteis hacer vosotros solos. ¿Os resultó muy complicado conocer y seguir el protocolo administrativo y jurídico hasta conseguir la kafala, teniendo en cuenta que todavía no estaba promulgada la ley de la kafala de 2002 (ni mucho menos el código de familia de 2004)? ¿Cuánto tiempo invertisteis?
La pareja de amigos nos proporcionó una lista de los documentos marroquíes que debíamos obtener. El objetivo era conseguir los mismos documentos y la estrategia que utilizábamos era ir paso a paso y cada vez que obteníamos un documento preguntábamos cuál era el trámite siguiente y donde teníamos que ir. Lo apuntábamos todo: trámites, direcciones, plazos,… De ahí nació la primera guía. Hubo momentos muy difíciles y dificultades que parecían insalvables. A veces, cuando todo parecía perdido, y sin saber cómo, el camino se allanaba: teníamos un golpe de suerte o aparecía la buena gente. Cada documento que obteníamos era un éxito.
El proceso se alargó bastante porque entonces había dos fases bien diferenciadas: la primera era administrativa y consistía en completar el expediente con documentos tramitados en Marruecos. La duración fue de casi un mes. Después había que esperar la autorización administrativa para adoptar. En la primera adopción nos tardó tres meses y en la segunda casi un año. Después comenzaba la segunda fase, propiamente judicial, que culminaba con la kafala y la autorización para salir del país con el niño. La duración solía ser de unas tres semanas. Después venía el vía crucis del visado que podía -y solía- durar meses. Nos aconsejaron dejar el niño, volver a casa y movilizar la tramitación desde aquí. Este fue, de largo, el trance más doloroso. No hubiéramos pensado nunca que separarse de un hijo fuera tan duro. Nuevamente, como un milagro, el problema del visado se solucionó con quince días.
¿Cuál era la situación de la crèche Lalla Meriem en esos momentos en cuanto a número de niños, condiciones para su atención, posibilidades de ser kafalados, predisposición de la dirección de la crèche…?
Nos parece que más o menos como ahora. Había muchos niños, más de doscientos, y no muy bien atendidos, pero contrariamente a lo que podíamos imaginar el centro no era muy siniestro, los niños estaban bien alimentados y tenían atención médica. Sin embargo, las condiciones asistenciales eran deplorables: dos niños por cama, estimulación sensorial, motriz y emocional nula, higiene escasa, … La dirección estaba en manos de una asistente social que no parecía preocuparse mucho de los niños, aunque nos pareció que una gran mayoría tenían acta de abandono. Los historiales médicos también eran bastante aceptables. Los esfuerzos de sor Antonia, jefa de enfermería, eran bien intencionados, pero no conseguían la implicación de las cuidadoras.
¿Cómo fue el proceso de adopción de vuestros hijos en España? ¿Recurristeis a algún letrado o lo hicisteis sin necesidad de abogado? ¿Existió algún problema derivado del desconocimiento de una figura jurídica tan particular como la kafala?
Con el primer hijo no corrimos nada a instar la adopción. Íbamos renovando el certificado de residencia, pero, de hecho, en todas partes lo inscribíamos con su nuevo nombre y con nuestros apellidos. ¡Continuaba la suerte!
En cambio con el segundo hijo, sólo llegar ya tramitamos la adopción, el traslado del certificado de nacimiento, el cambio de nombre, …
Tanto en un caso como en el otro nos lo llevó un abogado y no hubo ningún problema: la sentencia de adopción no tardó más de un par de meses.
Cuando hicisteis la kafala de vuestro segundo hijo, en el año 2000, vuestro primer hijo ya estaba adoptado en España. ¿Supuso esto algún problema?
No, aunque era un tema que nos intranquilizaba y que en un cierto momento del proceso nos hizo sufrir. Por un lado, teníamos claro que nuestro primer hijo nos tenía que acompañar a Marruecos a hacer la segunda kafala, pero por otro, no las teníamos todas porque él ya tenía pasaporte español. El momento de máxima tensión fue en la Wilaya de Rabat, donde había que obtener la autorización administrativa previa a la adopción. Fuimos nosotros dos y el funcionario sólo nos preguntaba por “l’enfant” e insistía en verlo. Como nosotros tirabamos pelotas fuera nos pidió fotos, pero no llevábamos. La situación era crítica porque nos jugábamos la autorización. Finalmente, regresamos con él y entendimos que el interés del funcionario era constatar la adecuada evolución del niño e incorporar este dato en el informe. En ningún momento nos pidió el pasaporte, ni nos hizo preguntas “comprometidas”.
¿Cuáles son para vosotros las diferencias más notables entre los procesos de kafala de principios de la década respecto a los de ahora?
Ha cambiado la ley y esto significa, entre otras cosas, que ha desaparecido el cedazo de la autorización administrativa previa. Pero seguramente la diferencia más importante es que ahora hay un grosor de experiencia acumulada que cristaliza en el acompañamiento que IMA ofrece a las familias y que permite emprender esta aventura de la adopción en Marruecos de forma más previsible y confiable. Otros cambios importantes son la posibilidad de adopción monoparental femenina y el conocimiento e incorporación de nuevas crèches.
En cuanto a la asociación, ¿cuál era el espíritu que os movió para fundarla? ¿Cómo era la relación entre familias en los primeros años? ¿Qué diferencias más notables hay entre IMA del 2000/2003 y la de ahora?
Desde el momento de nuestra primera adopción quisimos dar a conocer el hecho de que en Marruecos había muchos niños institucionalizados y adoptables, muchas criaturas en situación de vulnerabilidad o desamparo, pero también queríamos romper el discurso ignorante que en Marruecos no es posible adoptar. Y otra cosa que también nos preocupaba era como generar simpatías y cambiar la mirada que los catalanes, y por extensión los españoles, tenemos hacia la gente de Marruecos. Por otro lado, estaba la tarea de presión sobre las administraciones, en especial la DGAIA. Este último aspecto lo canalizamos, al principio, a través de ADOFAM, una asociación de familias vinculadas a la adopción internacional que se creó justamente entonces y que ahora ya está disuelta. Con el tiempo nos dimos cuenta que necesitábamos un canal más idóneo y específico y eso nos llevó a fundar IMA.
Cuando se fundó IMA, en el 2000, éramos muy poquitos. De hecho, sólo nosotros dos habíamos adoptado en Marruecos, pero hubo otras personas, la mayoría no vinculadas a la adopción, que nos apoyaron. Pensábamos que IMA debía ser una red de ayuda mutua que movilizara los sentimientos de generosidad y humanidad que necesariamente se generan con la adopción y que fuera depositaria de los conocimientos y la experiencia adoptiva de las familias que fueran adoptando en Marruecos. Durante estos ocho años IMA ha ido creciendo gracias al esfuerzo y la voluntad desinteresada de muchas personas y, a pesar de las lógicas vicisitudes coyunturales, nos parece que ha mantenido bastantes señas de identidad.
Vosotros sois de los primeros que kafalasteis en Marruecos y vuestros hijos son mayores, están cerca de la adolescencia y los habéis acompañado en su crecimiento. ¿Cómo pensáis vosotros, a partir de vuestra experiencia, que hay que afrontar el hecho diferencial de nuestros hijos y la relación con sus orígenes?
Nuestros hijos son, fundamentalmente, hijos, y aunque la historia familiar previa y su origen biológico son cuestiones muy importantes e intentamos tratarlas con naturalidad, lo subordinamos al hecho básico: son hijos nuestros. Los hijos son una caja cerrada de la que podemos saber qué nos gustaría que saliera, pero no sabemos qué saldrá. ¿Cómo vivirán y qué pasará más adelante con sus orígenes y su diferencia? No lo sabemos. A veces nos preocupa, pero a veces es lo que menos nos preocupa. Estaremos siempre atentos para ayudarlos y acompañarlos hasta donde podamos.
Y ya para terminar este cuestionario, queremos recordar a Sor María, monja católica que durante muchos años y hasta hace poco colaboraba en el Lalla Meriem, con la que establecisteis una buena relación y de la que tenemos un gran recuerdo todas las familias que la conocimos. A modo de anécdota, os queremos preguntar si ¿es cierta la leyenda urbana que dice que fue uno de vuestros testigos en la comparecencia ante la addoul?
Cuando en 1995 fuimos por primera vez a la crèche Lalla Meriem de Rabat a explorar la posibilidad de la adopción conocimos sor Antonia, la antecesora de sor María y jefa de enfermería de la crèche. Aquel primer viaje lo hicimos con las manos en los bolsillos como aquel que dice y no pudimos iniciar ningún trámite. Para hacer algo sor Antonia nos sugirió que nos convirtiésemos: ella misma telefoneó a Monsieur Bouka, un addoul como salido de un cuento, lo hizo venir a la crèche y, efectivamente, asistió como testigo a nuestra conversión al Islam. De sor Antonia podríamos explicar muchas cosas, pero sólo queremos dejar dicho que fue la primera persona que nos comentó la idea de crear una asociación. Podríamos decir que ella es el espíritu inspirador de IMA.
A sor María la conocimos durante nuestra segunda adopción, cuando IMA ya rodaba un poco. Con ella tuvimos mucha menos relación que con sor Antonia, pero también guardamos un buen recuerdo.
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